sábado, 30 de março de 2013

“Europa, tão distante, tão próxima”, por Daniel Innenarity



“Como la mayoría de los tópicos, también es verdad aquel que lamenta el alejamiento de Europa (y de la política en general), bien por falta de integilibilidad, bien porque las élites dirigentes tienen unos intereses que divergen cada vez más de los de la ciudadanía. Siendo esto (parcialmente) verdad, su constatación nos resulta de escaso provecho. De entrada, porque esto es sólo una parte del problema. Ojalá fuera esta distancia todo el problema; sabríamos entonces qué hacer e iniciaríamos de inmediato las correspondientes maniobras de acercamiento. Pero no, el problema es más complejo e incluye unos usos de la proximidad que son tan nocivos como la distancia excesiva.
Lo cercano, lo próximo y lo inmediato no siempre protegen o son evidentes. Con frecuencia, la institución más distante nos libra de la tiranía cercana, como ha ocurrido tantas veces en el edificio jurídico de la Unión Europea, cuyas instituciones comunes nos han protegido de la arbitrariedad próxima. No pocas veces los Tribunales europeos han tenido una mayor sensibilidad para garantizar ciertos derechos que los tribunales domésticos. La construcción de los estados en Europa ha sido una combinación de imposición y emancipación, que suprimía la diferencia pero que también protegía contra la tiranía local.
Hay otro sentido en el cual la profundización en la democracia requiere tomar distancia crítica frente a la cercanía. Si algo le falta a nuestra cultura política es precisamente el mantenimiento de la distancia oportuna. ¿Distancia respecto de qué? Frente, por ejemplo, a la tiranía del momento, la presión de los intereses inmediatos, la seducción de gobernar a golpe de encuesta o la absolutización de nuestros intereses. Con mucha frecuencia la focalización en los intereses inmediatos nos impide alcanzar intereses más alejados (en el tiempo o en el espacio) pero no por ello menos importantes. Esta es la razón por la cual el espacio reivindicativo de nuestras democracias debe ser ponderado con criterios de justicia. Las actuales protestas ante los ajustes y recortes, por ejemplo, se mezclan a veces con reivindicaciones para mantener ciertas situaciones que, en un contexto de crisis que obliga a priorizar, pueden suponer una falta de solidaridad e incluso un privilegio injustificable.
En medio de la actual confusión, hay dos constataciones que no está de más realizar aunque resulten políticamente incorrectas. En primer lugar, que siendo legítima la aspiración democrática a que el pueblo decida, o a no alejar los centros de decisión, lo más democrático –en el sentido de lo decidido por el pueblo- no siempre es lo más justo, y de ello tenemos innumerables ejemplos en nuestra historia política. Y la segunda, que los mercados no son una instancia perversa (que, por cierto, no tuviera nada que ver con lo que la gente quiere). ¿Ejemplos? Berlusconi fue expulsado del poder por los mercados y por la tan denostada troika… y repuesto nuevamente por el electorado italiano. Buena parte de las presiones que Alemania impone sobre los países de la periferia son intachablemente democráticas desde la perspectiva de la democracia alemana, responden a lo que demanda su cuerpo electoral. Y el problema de decisión que atenaza a la Unión Europea y le incapacita a la hora de tomar las decisiones que parecen oportunas para salvar la crisis del euro –como una intervención del Banco Central Europeo comprando deuda pública en el mercado secundario- estriba en que esa decisión no es democrática. Podríamos decir que quien tiene la autoridad democrática no es capaz y quiene tiene la capacidad no está autorizado democráticamente. Nunca se había producido esta contraposición entre los parlamentos y los bancos que pone patas arriba algunos de nuestros tópicos más asentados.
El reciente resultado de las elecciones italianas (reflejo de una tendencia más extendida) ha puesto de manifiesto un cierto agotamiento del eje izquierda-derecha con el que solíamos orientarnos políticamente. No es que el electorado se haya escorado en uno u otro sentido, sino que ha irrumpido un eje nuevo que, simplificando la cuestión, contrapone tecnocracia-populismo (y permite una versión de derechas y de izquierdas de ambos). Las opciones de derechas y de izquierdas se inscriben en este nuevo eje, que funciona como la nueva gran división política.
Nuestro actual desafío político consiste en redefinir esa contraposición y elaborar una nueva síntesis, en uno de cuyos extremos estaría el despotismo ilustrado y en el otro la demogogia. Tal vez deberíamos comenzar por abandonar el esquema pueblo-élites, electorado-tecnosistema porque explica poco y, sobre todo, porque impide articular la síntesis necesaria entre lo propio y lo común, entre el elemento participativo y la delegación democrática en cuya tensión se desarrolla toda la vida política en una democracia compleja.
Cuando la política se ejerce en contextos de densa interdependencia y complejidad, como es el caso especial de Europa, es inevitable que la idea de autogobierno democrático deje de tener sentido si por ella entendemos espacios cerrados de formación de la voluntad política e identidad absoluta de los que deciden y los afectados por dichas decisiones. La política adquiere cada vez más el carácter de lo que podríamos llamar “el gobierno de los otros”, en el doble sentido de que hemos de acostumbrarnos a que “otros” intervengan cada vez más en nuestras decisiones, hacia “arriba” y hacia “fuera”, en el sentido vertical de los expertos (sin cuyo saber no podríamos adoptar decisiones políticas razonables) y en el sentido horizontal de los vecinos, a los que afectamos con nuestras decisiones y que están obligados a examinar si son justas las cargas que nos imponen con las suyas. Debemos equilibrar el derecho de los pueblos a tomar sus propias decisiones con la obligación de no arrojar cargas injustas sobre los demás y especialmente con quienes compartimos un destino común. Así pues, una democracia compleja requiere un elemento de delegación “vertical”, una confianza todo lo crítica y revocable que sea posible, y una intervención “horizontal” a la que sólo hace legítima la reciprocidad. Nuestro derecho a intervenir en los otros viene compensado por nuestra obligación de ponderar la justicia que sobre esos otros se deriva de nuestras propias decisiones.
Hay dos cosas que matan a la política: la excesiva distancia y la excesiva cercanía. De que logremos el equilibrio adecuado entre saber experto y opinión pública, entre decisión y responsabilidad, entre nosotros y ellos, depende que tengamos una democracia de calidad, a la altura de la complejidad de los riempos que nos han tocado vivir.”
Artigo de Daniel Innenarity, publicado no Diario Vasco/el Correo, 16/03/2013

“Quem decide o quê”, por Daniel Innenarity




Un presidente del Parlamento alemán, aficionado a hacer coincidir sus visitas oficiales con países en los que había algo que cazar, tuvo una experiencia desconcertante en la antigua colonia alemana de Togo. Mientras era conducido del aeropuerto a la ciudad, la multitud exclamaba algo cuyo significado le intrigaba. Su anfitrión le explicó entonces que el grito “uhuru” significaba independencia, lo que el huésped no conseguía entender, pues Togo ya era un país independiente. “Sí, pero eso fue hace mucho tiempo y la gente se ha acostumbrado a ello”, le aclaró el presidente del país.
El mundo ha dado demasiadas vueltas en los últimos años, pero muchos siguen entonando su grito particular como si aquí no hubiera pasado nada. Conceptos como soberanía, marco constitucional, integridad territorial o autodeterminación necesitan ser repensados si es que no queremos ofrecer el mismo espectáculo que asombraba al visitante alemán. Las sociedades se han pluralizado en su interior y las aspiraciones de autogobierno de las naciones son algo persistente; al mismo tiempo, el entorno de interdependencias hace inservible el concepto de soberanía o ámbito exclusivo de decisión. Estamos viviendo un momento de profundas mutaciones en la historia de la humanidad, en el que que ciertas formas de organización de la vida en común se nos están volviendo inutilizables a mayor velocidad que nuestra capacidad de inventar otras nuevas. En esos momentos históricos entre el “ya no” y el “todavía no” los seres humanos ofrecemos espectáculos diversos que podrían hacer reír a los togoleses, pues hay quien reivindica lo que ya tiene, quien defiende lo que no está vigente o quien promete lo que no puede.
El debate en torno a esta cuestión está lleno de reproches e incoherencias; es preferido el eslogan al concepto porque de este modo se asegura una ventaja que confiere a la propia posición la superioridad de una evidencia incontestable. ¿Quién puede contestar el derecho democrático a decidir nuestro futuro? ¿Cómo no calificar de desafío soberanista cualquier iniciativa que se plantee al margen del actual ordenamiento constitucional (aunque esa Constitución no prevea ningún cauce para la modificación del sujeto político que la sostiene)?
Las posiciones así aseguradas se traducen en procedimientos que impiden cualquier solución porque predeterminan el resultado del combate. No hay manera de encauzar políticamente la discusión si “somos un pueblo” (a pesar de que no todos lo sientan así o no pocos desearían legítimamente vincular su destino al de otros) o si esa cuestión está zanjada por un determinado marco constitucional (que distribuye mayorías y minorías de modo que es imposible la secesión e incluso la modificación de ese marco) y el único sujeto político con derecho a decidir es el conjunto del pueblo español. Unos establecen el sujeto político con independencia de su verificación empírica y otros fijan las reglas del juego de tal modo que predeterminan el resultado de cualquier negociación. Hay quien utiliza un veto donde le conviene e impugna el de otros allí donde no le es favorable, de manera que resulta imposible salir del atolladero al que conducen las mayorías impositivas y los vetos que bloquean.
¿Cabe pensar, pese al uso interesado y ventajista de ciertos conceptos, en una coherencia democrática desde la que puedan resolverse los conflictos políticos en torno a la identidad y el autogobierno?
Comencemos por una constatación sin la cual las sociedades complejas no pueden construir su convivencia democrática. En sociedades compuestas, donde existen núcleos resistentes a la uniformización y con profundas aspiraciones de autogobierno, todo lo que pueda surgir en términos de unidad lo hará a partir de la diferencia y producido por ella. Por eso mismo, la articulación política de la diferencia nos obliga a avanzar en las lógicas de reconocimiento y reciprocidad. Los sistemas políticos complejos y maduros no se gobiernan bien mediante la imposición, la unilateralidad y la subordinación, sino a través del pacto y la bilateralidad. El pacto y la no-imposición es el procedimiento por el que se constituyen las reglas de juego de las sociedades avanzadas. La multilateralidad que las posiciones más progresistas exigen para la nueva configuración del mundo es exigible también como principio organizador de nuestras sociedades.
La convivencia puede ser organizada desde un principio de pluralismo constitucional: los sujetos políticos amplían su espacio de juego en la medida en que consiguen aumentar su riqueza cooperativa. El concepto de soberanía entendida como el ejercicio ilimitado, incompartible y exclusivo del poder público debe ser sustituido por el reconocimiento del hecho de que la soberanía está repartida entre diversas instituciones —local, regional, nacional, estatal e internacional— y limitada por esa pluralidad. Desde esta perspectiva, derecho a configurar autónomamente el propio destino no significa otra cosa que el derecho a participar, en igualdad de condiciones, en el juego de las soberanías compartidas y recíprocamente limitadas. Decidir es siempre codecidir y esto supone exigencias recíprocas diferentes para cada uno: las sociedades subestatales se ven obligadas a respetar su pluralismo interno y a tener en cuenta que hay vínculos comunes que solo se pueden modificar de manera pactada; los Estados que albergan a estas comunidades no pueden resolver estos asuntos más que con instrumentos que impliquen una renuncia a su posición dominante y pongan en marcha procesos de negociación o arbitraje con resultado abierto.
Todo lo que no pase por aquí será un fracaso histórico aliviado por gritos reconfortantes para mantener a la propia tribu unida o para asegurar la imposición en nombre de valores supuestamente indiscutibles.”
Artigo de Daniel Innenariry, publicado no El País 15/03/2013

quarta-feira, 27 de março de 2013

Viva o Teatro que nos desperta

O teatro é talvez a primeira forma estética do homem apreender o sentido ontológico do real, em função do qual pode interpretar o seu lugar no mundo.
Com os gregos clássicos, a arte teatral serviu à cidade de espelho através do qual ela podia pensar-se enquanto humanidade de um viver comum, de cooperação e de conflito, sob a égide do Destino e do olhar, hostil ou benevolente, dos deuses.
Com o cristianismo, durante a Idade Média, a representação teatral tornou-se, no rito, a linguagem da celebração dos mistérios de Deus, ou foi usada com o intuito de censurar os pecados e contribuir para a conversão, no teatro religioso ao serviço do projeto da Igreja.
Mas a par deste teatro religioso, foi surgindo um teatro profano, no princípio ligado à corte mas que rapidamente se difundiu pela sociedade, nas feiras e no espaço das cidades. Esta forma, que no princípio surgiu como diversão dos cortesãos, foi-se tornando pouco a pouco mais independente da corte, entrando por vezes em confronto com os poderes instituídos.
Criou-se desde aqui uma relação ora de mais proximidade e de serviço ora de mais distância e oposição entre o teatro e o poder, consoante as conjunturas e os autores em presença. Mas com a modernidade afirmou-se um teatro de raiz popular, à margem do poder.
Em Portugal temos um documento, datado de 1193, de uma doação a dois jograis no reinado de D. Sancho I, que diz o seguinte: “” Nós, mimos acima referidos, devemos ao Senhor nosso Rei um arremedilho para efeito de compensação“. “Arremedilho” é a imitação burlesca em que se ridiculariza alguém macaqueando o seu semblante, e, segundo Luciana Stegano Pichio, é um género dramático típico de Portugal, que pode ter-se inspirado nas representações satíricas dos goliardos. Esta forma artística foi penetrando para além do espaço da corte, nas feiras e espaços urbanos, popularizando-se e assumindo como instrumento de flagelação das autoridades e de afirmação da dignidade dos oprimidos.
Este teatro satírico, que nasceu com as nossas origens, continua a ser uma necessidade ingente para estes tempos de crise, que esmaga quase todos para benefício de mui poucos.
Viva o teatro neste dia da sua celebração mundial!


terça-feira, 26 de março de 2013

Adónis : “Os nossos passos são uma fila de mortos” – imprecação contra o morticínio em marcha na Síria

O Tempo

Abraço a espiga do tempo,
a minha cabeça é uma torre de fogo.
O que é este sangue que palpita na areia
e o que é este ocaso?
Chama do presente, o que podemos dizer?

Na minha garganta estão os fragmentos da História
e no meu rosto os sinais do sacrifício.
Que amargo é agora a linguagem!
E que estreita a porta do alfabeto!

Abraço a espiga do tempo
A minha cabeça é uma torre de fogo.
Converteu-se o amigo em carrasco?

Um vizinho disse-me: quanto tarda Hulagu a chegar!
Quem bate à porta? O cobrador de impostos?
Paga-lhe o imposto … silhuetas de mulheres
e de homens … imagens que caminham …
Trocámos sinais, intercambiámos segredos.
Os nossos passos são uma fila de mortos.
O teu morto vem do teu Senhor
ou o teu Senhor vem do teu morto?
Perdido pelo enigma, inclina-se
o arco do terror sobre os seus dias encurvados.

- Ele tinha um irmão. Desapareceu. O meu pai enlouqueceu.
Os meus irmãos morreram. A quem chamar?
Temos que abraçar a porta, suplicar ao tapete?
- Delira. Traz a caixa de rapé e cura-o com o rapé dos sábios.
Cadáveres que o assassino lê como se fossem anedotas.
O montão é um celeiro de ossos, a cabeça de um menino
ou um pedaço de carvão?

( …)

Selai estes ventos inconvenientes.
A História foi degolada
e isto não é mais do que o prelúdio.
Deixai ao verdugo, à vítima e ao sacrifício como mártires
e cobri-me com os seus restos
e desenhai-me uma ruína.
Assim arrancarei a sabedoria do seu jazigo
E gritarei: bem-vindos os meus escombros, a minha decadência.
Amanhã a morte soprar-me-á sem que me extinga,
amanhã sairei da luz para ir em direção a outra luz.
Certo de que sou mais frágil do que um fio
mas mais nobre do que um deus.
(…)

Adonis, excerto do poema “O Tempo”, in O Assédio de Beirute, 1985 . Esta tradução pessoal do excerto foi obtida a partir da espanhola, de María Luisa Prieto, que pode ver no site dedicado à poesia árabe.

quarta-feira, 20 de março de 2013

“Guardar o outro e toda a criação”: a primeira homilia do Papa Francisco.

A primeira homilia do Papa Francisco, ontem, servindo-se da festa do dia em que se celebra S. José, glosou o mote que deve conduzir a ação do cristão e de todos os homens: ser guarda do outro homem, abrangendo nesta dinâmica toda a ordem criada.
Convocando o Génesis, onde Deus confia ao homem a função de guarda de toda a criação, serve-se de S. Francisco para enumerar várias modalidades de exercício deste cuidado, concluindo: “fundamentalmente tudo está confiado à guarda do homem, e é uma responsabilidade que nos diz respeito a todos. Sede guardiões dos dons de Deus!”
Mostrando que a exigência da responsabilidade é hoje de uma urgência inaudita que se dirige a todos os homens, dada a persistência no mundo do “mal radical”, a sobreposição do interesse próprio ao interesse coletivo, indo ao extremo da condenação à morte do outro, pela fome, pela miséria ou pela guerra, e com a destruição do meio ambiente, pondo em risco a sobrevivência das gerações futuras.
A expressão “guarda do irmão” surge no texto bíblico pela primeira vez quando Deus pergunta a Caim, depois deste matar o irmão Abel - “Onde está o teu irmão?” – pergunta Deus. Ao que Caim responde, evasivamente: “Não sei. Acaso sou guarda do meu irmão?” (Gn 4, 9).
Esta palavra continua a ser dirigida a cada um de nós hoje, sempre que não impedimos ou viramos os olhos “a todos assassinatos lentos e invisíveis que se cometem nos nossos desejos e nos nossos vícios, em todas as crueldades inocentes da vida natural, nas nossas indiferenças de “boa consciência” a respeito do próximo e do distante e até na nossa obstinação arrogante das nossas objetivações e das nossas tematizações, em todas as injustiças consagradas, devidas aos nossos pesos atómicos de indivíduos e aos equilíbrios dos nossos regimes sociais” (cf. E. Lévinas, À l´heure des nations, p. 162).
Guardar o outro e toda a ordem criada, como o Papa proclamou, é assim um grito e um convite dirigido a cada homem: colocar a liberdade ao serviço da responsabilidade incondicional, como suporte da construção de um mundo justo “dando a cada um o que é seu”. Esta responsabilidade torna-se assim o bom critério da conduta de cada homem, acima do cumprimento da lei ou da “boa consciência, pois só ela interrompe a violência inerente à nossa condição de seres separados.
Esta homilia, pelo tema que aborda e pelo modo tão universal e com a linguagem despojada que qualquer um entende, é um boa semente lançada ao mundo, e que espero possa servir de fermento para a ação e o magistério do sucessor de Pedro. De modo a que o exercício do poder eclesial, nas palavras do Papa, seja sempre serviço, humilde, afetuoso, concreto, envolvendo a humanidade inteira, sobretudo os mais pobres e os mais fracos, e que tenha "o seu vértice luminoso na cruz”.

segunda-feira, 18 de março de 2013

Nana Mouskuri canta Schubert: a "comoção de amor" entre os povos grego e alemão é possível

 

Serenata

De mansinho as minhas canções
Imploram-te através da noite;
Desce o silencioso bosque,
Minha amada, vem para mim!
Segredando os esguios cumes murmuram
À luz da Lua;
Não receies o espreitar inimigo
Do traidor, minha querida.
Ouves os rouxinóis cantarem?
Ah! eles imploram-te
Com o tom de doce queixa,
Eles imploram-te por mim.
Eles compreendem o desejo do coração.
Conhecem a dor do amor,
Tocam com os sons cristalinos
Todos os corações ternos.
Deixa também o teu coração comover,
Meu amor, ouve-me!
Tremendo de impaciência eu vou ao teu encontro!
Vem, faz-me feliz!

domingo, 17 de março de 2013

“O teatro e o seu duplo”, Antonin Artaud (1896-1948)

A obra deste escritor e ator francês tomou expressão em vários domínios da criação estética: criação teatral, representação, teorização do teatro e da cultura e desenho.
É talvez no domínio do teatro que se revela a sua maior importância cultural, porque pensou a decadência do teatro como uma expressão da decadência da cultura e propôs o renascimento do verdadeiro teatro, que não representa a vida porque é a própria vida apaixonada e convulsiva, a que chamou “o teatro da crueldade”:
“para o teatro como para a cultura, a questão permanece de nomear e de dirigir as sombras: e o teatro, que não se fixa na linguagem e nas formas, destrói pelo facto as falsas sombras, mas prepara a via a um outro nascimento de sombras em torno das quais se agrega o verdadeiro espectáculo da vida.” (cf. ed. fr. De Le théatre et son duple, Gallimard, p. 19).
A influência deste ideal de Artaud foi grande, não apenas na encenação como na reflexão sobre o teatro. Por exemplo, Peter Brook, reconhece Artaud como um “génio iluminado” do que designa teatro sagrado (cf. Peter Brook, Espaço vazio, ed. Orfeu Negro, p. 69).
No domínio da filosofia, o exemplo maior do reconhecimento da importância teórica de Artaud é Derrida, nomeadamente no seu ensaio “la parole soufflé”, de 1964 (cf. L´´écriture et la difference, 253-292). Para este autor, é preciso retomar Artaud e ir além de Artaud.
Pretendo com esta breve nota e com o vídeo que segue chamar à colação este autor, tão pouco lido e estudado em Portugal.

sexta-feira, 15 de março de 2013

Eurídice e Orfeu: o amor, a música e a dança de Pina Bausch

A ópera Orfeu e Eurídice de Gluck (1714-1787), compositor alemão, teve a sua primeira representação em Paris em 1774. A sua construção narrativa foi inovadora, evitando os rebuscamentos anteriores da época barroca: os personagens são reduzidos a três (Orfeu, Eurídice e o deus Amor), o texto é simples e nobre, o coro desempenha a função fundamental em toda a trama e a ação da narrativa começa com Eurídice já morta.
Estes aspetos inovadores trazidos pela reforma da ópera tiveram uma grande repercussão por toda a Europa e desencadearam uma polémica que dividiu conservadores e reformistas. Voltaire pôs-se do lado dos reformistas.
O fragmento da ópera que vos deixo resulta da associação da componente coreográfica com a componente propriamente operática, facto que enriquece o drama de maior simbolismo pela presença dos corpos em movimento fluido e pungente, que evocam a nossa humanidade e mortalidade. Resta acrescentar que a coreografia é de Pina Bausch, foi feita para a Ópera de Paris em 2005, e posteriormente televisionada, em 2008.


Texto:
“(…)
Orfeu – Eurídice!
Coro – Se a tua sombra nos ouve,
sê sensível às nossas lágrimas.
Tem piedade de Orfeu.
Ouve o seu pranto!
Volta para ele!
Orfeu - Eurídice!
Os teus lamentos decuplam a minha dor
Dai a Eurídice as honras supremas.
Cobri o seu túmulo de flores.”


quinta-feira, 14 de março de 2013

Piazzolla para o Papa Francisco



Oxalá venha do teu magistério, Papa Francisco, a renovada música por que o Povo de Deus e todos os homens anseiam, que se fecunda a partir da tradição mas se abre à novidade do presente, como o teu patrício Piazzolla soube fazer. Que o seu gesto te sirva de inspiração, pois!

quarta-feira, 13 de março de 2013

“Acordo de Londres: uma verdade inconveniente”: posição sobre dívidas soberanas na UE

  (…) A bancarrota dos Estados é vista, há muito tempo, como um problema longínquo, próprio do chamado Terceiro Mundo (o Sul Global). Hoje não está de modo algum distante, mas precisamente à nossa porta. Uma emergência económica, decorrente do excesso de endividamento, ameaça a própria existência da união monetária europeia. A devastação social e política dos países atingidos pela crise ameaça o tecido social desses países. No entanto, a Alemanha parece manter-se à parte, com uma economia relativamente bem sucedida e florescente. Mas não foi sempre assim.
Poucas pessoas sabem que a Alemanha beneficiou de um generoso perdão parcial de dívida no início do seu "milagre económico". De entre as reestruturações de dívida soberana modernas, o Acordo de Dívida de Londres para a Alemanha, cujo 60.º aniversário assinalamos a 27 de Fevereiro, é um exemplo precoce e pouco conhecido. Isto é tanto mais surpreendente quanto se trata de um caso de sucesso na restauração da sustentabilidade da dívida da Alemanha Ocidental. No fim das negociações, metade de todas as dívidas (no valor de 30 milhões de marcos alemães) tinha sido cancelada e o restante fora reescalonado de forma tão inteligente, que a Alemanha nunca mais enfrentou um problema de dívida.
Às crianças alemãs não é habitualmente ensinado nada acerca deste acordo nas aulas de História, e nos media pouca atenção lhe é dedicada. No entanto, seria hoje prudente lembrarmo-nos de como a bancarrota iminente de um Estado foi evitada através de negociações atempadas, rápidas, exaustivas e justas.
O contraste entre o tratamento histórico da Alemanha e o atualmente imposto à Grécia e a Portugal não podia ser mais óbvio. A Alemanha beneficiou de um perdão alargado e, como consequência, a sua economia cresceu rapidamente e de forma sustentável. Pelo contrário, a Grécia e Portugal estão a ser forçados a "consolidar-se" a si mesmos em direção a uma recessão dolorosa e destrutiva, que abala as fundações da sociedade. Um dos países mais generosos com a Alemanha em 1953 foi, já agora, a Grécia, apesar dos crimes de guerra cometidos durante a ocupação alemã poucos anos antes.
Poucas reestruturações de dívidas soberanas marcaram tão claramente a transição de uma condição de endividamento crítico para uma situação em que a dívida deixa de constituir um obstáculo ao desenvolvimento económico e social como a de 1953. O acordo encontrado é ainda hoje um dos melhores exemplos históricos de quão razoável e sustentável uma renegociação de dívida pode ser, se houver vontade política.
Vale a pena reexaminar hoje "Londres 53" como exemplo e fonte de inspiração para as atuais discussões sobre renegociação de dívida, tanto para os países do Sul Global como no contexto das crises de insolvência na zona euro. Lembremo-nos deste pedaço vital de história esquecida!”
Sbscritores desta posição: Bodo Ellmers (European Network on Debt and Development, Bélgica), Eric LeCompte (Jubilee USA Network, EUA), Isabel Castro (Iniciativa para uma Auditoria Cidadã à Divida Pública - IAC, Portugal), Iolanda Fresnillo (Plataforma Auditoria Ciudadana de la Deuda - PACD, Espanha), Kristina Rehbein e Jürgen Kaiser (erlassjahr.de - Entwicklung braucht Entschuldung e.V., Alemanha), Nessa Ní Chasaide (Debt and Development Coalition, Irlanda), Andy Storey (Debt Justice Action"s Anglo: Not Our Debt, Irlanda), Nick Dearden (Jubilee Debt Campaign, Reino Unido)

Cf. Público, 12 Março de 2013

terça-feira, 12 de março de 2013

“Uma ordenança demasiado escrupulosa”, o soldado Chveik no meio de nós

O excerto do romance O valente Soldado Chveik do escritor checo Jaroslav Hasek (1883-1923), publicado em 1923, descreve as peripécias da vida de um soldado durante a 1ª Guerra Mundial.
A sua construção é comandada por uma estratégia retórica que permite apreender o sentido como o inverso do que se diz: a ironia. Esta põe assim em causa a atitude essencial do soldado Chveik: a submissão voluntária à autoridade instituída.
Convoca-nos assim a uma atitude de distanciação crítica a toda a forma de obediência cega ao patrão, político, religioso ou outro. A única forma que nos permite vencer as aporias que nos cercam, derrogando o que dizem os “tenentes”, que, por vergarem a espinha aos “generais”, julgam estar legitimados para exigir obediência aos “soldados”.
Eis o excerto:
“Chveik aprontava-se para ir desencantar um cão de guarda de estrebaria, quando a campainha tiniu com frenesim no apartamento silencioso; abriu a porta e encontrou-se face a face com uma senhora que desejava falar urgentemente ao tenente Lucas. Aos seus pés achavam-se duas malas enormes deixadas ali por um moço de fretes. Chveik enxergou ainda o barrete vermelho a desaparecer pela escada abaixo.
- Não está em casa - falou secamente Chveik.
Mas a jovem, sem se deixar desencorajar por este acolhimento pouco amável, introduziu-se na saleta e ordenou categoricamente a Chveik.
- Leve as malas para o quarto de dormir!
- É impossível, sem ordem formal do meu tenente; disse-me de uma vez para sempre que nunca devia proceder de outra maneira.
- O  senhor  está  doido! - bradou  a jovem.--Eu  venho de visita.
- Mas eu ignoro-o completamente - replicou Chveik. O meu tenente está hoje de serviço e só regressa de madrugada. A única ordem que me deu foi de procurar um cão de guarda de estrebaria. Mais nada. Não me falou nem de malas nem de senhoras. Vou agora fechar o nosso apartamento à chave e a senhora será bastante gentil em ir-se embora. O tenente não me participou a sua visita e não posso confiar a casa a pessoas desconhecidas que eu nunca vi. Uma vez, o confeiteiro Belcicky, da nossa rua, deixou um homem sozinho numa arrecadação; o sujeito arrombou um armário e raspou-se pela janela.
Como a visitante se pusesse a chorar, Chveik mudou de tom.
- Eu não penso mal de si, minha rica senhora, mas não pode ficar aqui. Acabará por me dar razão quando souber que o tenente me confiou o apartamento a mim, que sou o responsável de tudo. Peço-lhe, portanto, mais uma vez, e muito delicadamente, de fazer o favor de se retirar. Enquanto não receber ordem formal do tenente eu não a conheço. Causa-me pena ter de lhe falar assim, mas com os militares, antes de mais nada, é preciso disciplina.
Um pouco mais serena, a jovem sacou de um cartão de visita, escreveu nele algumas linhas e, metendo-o num galante envelope, disse com embaraço:
- Leve isto ao tenente, esperarei aqui pela resposta. Tome cinco coroas como gratificação.
- Não há nada a fazer - respondeu Chveik, magoado pela obstinação  da  inesperada visitante. - Guarde  as  suas cinco coroas, aqui as tem, deixo-lhas em cima da cadeira. Se quiser, venha  comigo  ao quartel  e  espere-me  lá,  enquanto  eu entrego a  carta ao  tenente.  Nessa  altura,  terá a resposta, mas não teime em querer ficar aqui; teria de esperar quinze anos. Não vale a pena.
Dito isto, empurrou as duas mala do corredor para a saleta e, fazendo ranger a fechadura, gritou, imitando o guarda de um velho castelo ou de um museu:
- Vai fechar!
Desesperada, a jovem saiu do apartamento; Chveik fechou a porta com duas voltas de chave e desceu a escada. A desconhecida seguia-o como um cachorrinho e só o conseguiu alcançar na altura em que Chveik saía do estanco.
Ela caminhava agora ao lado dele e esforçava-se por encetar conversa.
- Não se esquece de entregar o meu cartão, sem falta ?
- Pois se já lhe disse que sim.
- E está certo de encontrar o tenente ?
- Isso não sei.
A estas palavras seguiu-se um longo silêncio. Foi ainda a infortunada visitante que experimentou fazer falar a ordenança demasiado escrupulosa:
- Quer  dizer,  então,  que  o  senhor julga  não  encontrar o tenente.
- Não disse isso.
- E onde pensa encontrá-lo?
- A esse respeito, nada lhe posso dizer.
De novo reinou o silêncio. Enfim, a jovem arriscou ainda uma pergunta:
- O senhor não perdeu a minha carta ?
- Ainda não.
- Vai entregá-la ao tenente?
- Sim.
- E está convencido de o encontrar?
- Que diabo! Já lhe disse que não sei. É espantoso como existem pessoas curiosas que perguntam a mesma coisa cinquenta vezes. É como se eu me divertisse a fazer parar na rua os transeuntes, um após outro, para lhes perguntar que dia do mês é hoje.
 Esgotados desta maneira todos os expedientes de conversação, caminharam até ao quartel sem se importarem mais um com o outro. Em frente da porta, Chveik convidou a jovem a esperá-lo e entabulou uma discussão sobre a guerra com uma das sentinelas.”
Jaroslav Hasek, O valente Soldado Chveik, Ed. Público e Levoir, trad. de Alexandre Cabral, 2011, pp. 194-6


segunda-feira, 11 de março de 2013

A arte como caminho para a verdade em Nietzsche

A arte, sobretudo a música, acede à visão da unidade do ser, na qual todas as fronteiras do conceito de uma racionalidade calculante são estilhaçadas. Ora, não é isto um modo de aceder a um outro tipo de verdade ontológica, desta vez pela mediação da arte? Com efeito, o que Nietzsche aqui critica é uma determinada configuração da verdade, como bom discípulo críptico e crítico do mestre Hegel, embora talvez sem disso ter consciência. Como pensa Heidegger, Nietzsche encerra a grande tradição metafísica de obliteração do ser, e cria as condições para o salto para a era ontológica, de recuperação da verdade do ser do ente. Também a sua obra sobre a essência da arte vai neste sentido.
A razão está em Nietzsche intimamente conectada com o corpo, que procura em permanência preservar e intensificar a vida, não sendo assim pensável como instância soberana deste mas sua serva. O princípio em que se funda esta exigência do corpo é a vontade de poder.
Por isso, os conceitos são ficções necessárias à manutenção da vida, como mostra a sua obra Acerca da verdade e da mentira  num sentido extramoral (1873). 
Na sua reflexão sobre o logos ocidental, Nietzsche, a partir de 1886, toma consciência de que este "é habitado por uma força mais heraclitiana do que parmenideana , mais dissolvente do que agregadora, à qual chama "força da veracidade” ("wahrhaftigkeit"), (1), e em relação à qual ainda ninguém foi suficientemente verídico.
Neste âmbito, somos forçados a concluir que há um modelo de verdade (realista, como adequação à coisa e que foi dominante até Leibniz e Kant), que se encontra em processo de dissolução, mas que se afirma com toda a pujança doravante um outro modelo de verdade - a veracidade -, aberto à mudança, à diversidade , à complexidade, ficando a ciência desprovida de qualquer fundamento último.
Trata-se de uma verdade perspectivística, cambiante e plural, "em equilíbrio e em dialéctica entre os impulsos de preservação (a desmascarar pela força da veracidade) e as forças desmistificantes e contramitológicas que estarão ao serviço daquela veracidade"(2).
Notas 1 e 2: cf. António Marques, Perspectivismo e Modernidade, Editorial Vega, pp. 90 e 104.


O brio do amor e o orgulho do cavaleiro, no filme A severa (1931)


CINEMA PORTUGUÊS - «A SEVERA» - VIDEO 7 por pborgesalmeida

O filme a Severa, de 1931, de Leitão de Barros, com música de Frederico de Freitas, devia despertar interesse aos cinéfilos, pelo seu valor enquanto objeto estético, sendo também importante para o estudo do momento específico da cultura em que surgiu.
 Baseia-se narrativa de Júlio Dantas A severa (1901), que conta a história de um triângulo amoroso, ocorrido no século XIX, por um fidalgo (D. João, o conde de Marialva), dividido entre a fidelidade à esposa (a Marquesa de Seide) e a Severa, mítica e insinuante cigana que a lenda consagrou como fadista desditosa, pois morreu aos 26 anos.
Para além da descrição crua da violência inerente à tourada, que se mostra no sangue e quebranto do forcado depois da lide, interessa-me destacar a cena da tourada a cavalo, pois aí surge o confronto entre as duas razões que fazem mover a ação: o desejo do amor (no caso a cigana pelo marido) e o desejo da realização perfeita da obra (cavaleiro). Este confronto aparece quando, após o marido da cigana, ante a falta de coragem do cavaleiro para dominar o touro, decide ir à arena e matá-lo, tendo ficado ferido e sendo retirado em braços. Então, o cavaleiro dirige-se-lhe para lhe bater, obrigando a cigana a, com palavras veementes, defender o marido da ofensa. O andamento final do Fado da Severa (cantado noutra cena por Dina Teresa), sublimando a grandeza do amor, pontua este momento orquestralmente:

Tenho o destino marcado
Desde a hora em que te vi
Ó meu cigano adorado
Viver abraçada ao fado
Morrer abraçada a ti.
 
Soberba esta cena do filme e rica de implicações!